viernes, 9 de mayo de 2008

El final de la guerra númida

La guerra que Mario había prometido ganar con celeridad duraría aún otros tres años, lo que parece demostrar que Metelo había actuado con honradez y con la única táctica posible, frente a un enemigo astuto y buen conocedor de las guerrillas, en un territorio por completo favorable a los númidas. Mario hubo de imitar la táctica de Metelo, deteniéndose en el asedio de las plazas fuertes, con las que Yugurta contaba para frenar el avance romano. Sometiendo al pillaje y destrucción el territorio enemigo, Mario avanzó, en una lenta marcha hacia el oeste, hasta los confines del reino númida con Mauritania, donde Yugurta, siempre escurridizo, iba siendo acorralado.

La aproximación del frente de lucha al reino de Mauritania indujo finalmente a su rey Bocco, suegro de Yugurta, a romper la neutralidad, que, tanto Metelo como Mario, habían penosamente conseguido, y prestar ayuda a su yerno. Cuando, tras su segundo año de campaña en África, a finales de 106, Mario se retiraba hacia sus cuarteles de invierno en el este, fue atacado y acorralado por las fuerzas conjuntas de los dos monarcas africanos.

Su cuestor en ese momento era Lucio Cornelio Sila, hijo de una familia patricia venida a menos. Si bien Mario no estaba al principio del todo contento por tener que aceptar al inexperto y afeminado Sila para ocupar un puesto de esa responsabilidad, dado que no tenía experiencia militar previa, éste demostró ser un competente y voluntarioso líder militar. Cuando en el año 105 adC se reanudaron los contactos con Bocco, rey de Mauritania y suegro de Yugurta, preocupado por el avance romano, Sila logró deshacer la coalición, apresurando a Bocco a solicitar la paz con los romanos. Tras laboriosas negociaciones, que ocuparon la mayor parte de 105, y en las que Bocco vacilaba en un doble juego con Yugurta y con los romanos, finalmente el cuestor logró convencer al rey mauritano para que atrajera a una trampa a su yerno, que cayó así finalmente en manos de Mario.

No se sabrá nunca con certeza a quién se debe atribuir el final de la guerra. Parece que no sería obra tanto del genio militar de Mario, como de la astucia y las artes diplomáticas de Sila pero, por otra parte, no sería lógico pensar que Sila actuase por su cuenta y riesgo, sino que seguía un plan predefinido por su comandante. Por ello, y dado que Mario era el comandante de Sila, el honor de la captura de Yugurta le pertenecía a él. Si bien eso no importaba en este momento, y ambos personajes salían ganando, más adelante Sila afirmaría que el mérito del fin de la guerra fue en exclusiva suyo. Mientras tanto, Mario era el héroe del momento, y pronto se requerirían sus servicios para otra emergencia.

Gracias a sus victorias en Numidia (norte de África) se ganó el apodo de "Zorro de Arpinum", última localidad lacial que consiguió adherirse a Roma.


Cimbrios y Teutones
La llegada de los Cimbrios a la Galia en el año 109 adC, durante la Guerra Cimbria, y la derrota sin paliativos de su compañero consular Marco Junio Silano llevó a un malestar creciente en las tribus célticas conquistadas recientemente en el sur de la Galia. En el año 107 adC, el cónsul Lucio Casio Longino fue derrotado por una tribu local y su oficial superviviente, Cayo Popilio Laenas (hijo del cónsul del mismo nombre del año 132 adC) había salvado lo posible tras el abandono de parte del equipamiento y tras la humillación de pasar bajo el yugo. Al año siguiente, otro cónsul, Quinto Servilio Cepio marchó a la Galia y capturó la ciudad de Tolosa (Toulouse), en donde capturó una enorme suma de dinero (el oro de Tolosa). Parte de ese dinero desapareció misteriosamente cuando se transportaba a Massilia (actual Marsella). Cepio fue prorrogado en el mando un año más y cuando uno de los cónsules, Cneo Malio Máximo, otro hombre nuevo entró a operar militarmente en el sur de la Galia. Él y el noble Cepio (que era incapaz de ponerse a las órdenes de un hombre nuevo, a pesar de que fuese un cónsul, debido a su linaje) fueron incapaces de cooperar.

Aparecieron entonces los Cimbrios y los Teutones, tribus germánicas en plena migración), y la falta de cooperación entre Cepio y Malio (mantuvieron sus fuerzas separadas y bastante distancia) ayudó a los germanos a rodear a Cepio y destruir el ejército de Malio. Como los romanos luchaban con el río a su espalda, la huida era imposible, y se dice que se contabilizaron 80.000 muertos. Esta gran derrota y la culpa aparente de la nobleza por su arrogancia fue la gota que colmó el vaso. Italia se encontraba a merced de la invasión de las hordas de bárbaros y el descontento popular con la oligarquía llegó a su máximo.

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